Mi experiencia con el yoga
Barbara Manconi
Imagina que tu cuerpo fuese tu casa; los pies son los cimientos, las piernas la primera planta, el tronco la segunda planta y la cabeza el altillo. Tienes una casa grande que has heredado de tu familia, pero no te gusta, no aparece como tu la quisiera. Hay habitaciones demasiado grandes, otras demasiado pequeñas, hay manchas de humedad en algunas paredes, muebles medio rotos que nunca arreglaste etc. Por eso habitas solamente en tu altillo. El altillo se compone de una multitud de habitaciones pequeñas como ataúdes y tu pasas todo el día de una a otra sin parar. A veces te sientes feliz y de repente tienes que irte a otra habitación, entonces te sientes triste y te vas a otra donde te sientes agobiado, luego a otra donde te encuentras con miedo y así siguen tus jornadas. Por alguna razón, un día, empiezas a practicar yoga y de repente te das cuenta de que en tu altillo no cabe ni siquiera la esterilla; tienes que bajar a tu casa aunque no te apetezca. Bajas a tu casa, abres las ventanas, sacas la basura, mueve un par de muebles para crear espacio y empiezas a practicar. Te sientes incomodo y un poco torpe, la mirada se te va a aquellas manchas en las paredes y a los muebles rotos, pero a la vez, disfrutas del aire limpio y fresco que entra por la ventana y del amplitud de tu salón. Al final de la practica, antes de volver al altillo, echas un vistazo a tu alrededor y piensas que tu casa no está tan mal como la recordabas. Al día siguiente, bajas otra vez a tu casa, abres las ventanas, sacas la basura, creas espacio y empiezas a practicar. A poco a poco esa diventa tu rutina y, después de cada práctica, te quedas cada vez un ratito más largo para observar tu casa, que te parece distinta de como te la acordaba. De repente, las manchas de humedad desaparecen, los muebles rotos ya no te molestan sino te parece que tengan un toque de unicidad, ya te sientes a gusto en tu propria casa. Las plantas y las flores que estaban secas porque nunca bajabas para echarles agua, ya han crecido y florecido y te dan alegría con sus colores. Después de un tiempo practicando yoga, al subir a tu altillo, te das cuenta de que no queda ni una pared de las tantas habitaciones pequeñas que habian; ahora solo queda una inmensa azotea con vista a la naturaleza y al mundo entero. Por fin hay paz dentro y fuera de tu casa.
NAMASTE