Ser un Faro.
Estaba subiendo las escaleras con mi maleta. Soy pequeña, así que me peleaba un poco con las escaleras. En silencio pensaba dónde está mi marido para ayudarme. De repente desde detrás, un señor mayor, como mi padre, cogió la maleta y me dijo: déjame ayudar. Me sentí escuchada por el universo y bendecida por su ayuda.
Acabamos sentados juntos en el tren, y empecé a hablar con el. El primer tema era Nadal, pero luego empezamos a hablar de todo. Le conté del curso que acabo de hacer, mi trabajo y mi ilusión con las posibilidades de transformar nuestras percepciones. Él me contó de su perros, ex mujer, su pelea con su peso y su hijo actor. Le escuché, y me preguntó por el curso: el nombre y información de Bruce Lipton. En muchos momentos se juzgó a sí mismo y siempre le dije: sólo son formas, cosas diferentes ni peor ni mejor (que es como lo veo). Luego al salir del tren y subir las escalera buscando adónde tenía que ir, me paró otro pasajero del tren y me dijo: qué rico era escucharme y qué bonito que hablaba así con alguien que no conozco y dijo que le hubiera gustado seguir escuchando. Le di las gracias y cogí su mano, quería darle un abrazo, me frené (la próxima vez lo haré). Me dijo que deseaba que todo el mundo fuera así.
Fue una experiencia tan tierna entre extraños en el metro (un espacio donde la gente no suele hablar) que me llenó de alegría. La luz y el amor que sentimos dentro hay que mandarlo mil veces más fuerte hacia fuera por todas partes, en todos momentos. Es nuestro deber para que otros puedan sentirlo.
Gracias Nadal por permitirme esta conversación. Namaste