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Hace tiempo me encantaba ir de compras. Lo veía como una expresión artística de mi identidad y estaba orgullosa de mi propio estilo: una camisa de mi abuela que recosía con mi máquina de coser, ropa vintage de tiendas de segunda mano, cositas baratas o caras de cualquier tienda que me gustase… Hasta que empecé a explorar el origen de la ropa.
Nunca he sido muy política en mis opiniones, supongo que por mi práctica de Metta (práctica budista de amor y bondad, aunque no sea Budista).
He intentado no meterme en conflictos internos ya que he estado, y sigo estando, comprometida con la comunidad y la consciencia.

Hoy en día mi proceso de compra ha cambiado, permitiendo además que ahorre dinero. La ropa que compro tiene que estar hecha de un material natural o un material reciclado. Y la verdad es que no es fácil, ya que al empezar a leer las etiquetas casi no puedes comprar nada.
Desconocía el estado político-socio-económico de algunos países, por lo que tuve que informarme bien.

Hace poco tiempo ví un vestido que me encanto, Sisley, hecho en Rumanía. Este país, aunque esté en la UE, tiene leyes de impuestos y comercio que la hacen igual de corrupta que China o India (por nombrar algunos países).
En ese momento reflexioné y decidí no comprar el vestido que tanto me gustaba. Y es que estaba fabricado por alguien que ganaba 45 céntimos por hora, en caso de que esta fábrica pagase el salario mínimo (hay muchas que son corruptas y no lo hacen). Los edificios no cuentan con calefacción ni aire acondicionado, trabajan sin protección con materiales químicos para la fabricación de zapatos y bolsos y no cumplen con las normas de seguridad ni de salud en los puestos de trabajo. Y además, por norma general, las despiden si se quedan embarazadas.

Continuaba leyendo con estupefacción sobre la problemática de Rumanía, Macedonia, Albania y otros países que fabrican ropa para después exportarla a otros países de Europa. Hay muchos vacíos legales para evitar impuestos, como cortar telas y partes de la ropa, bolsas o zapatos que luego montan en Rumanía y así la etiqueta refleja que está fabricado en Italia o Alemania.
De esta manera el consumidor piensa que está comprando un producto hecho por alguien que recibe el salario mínimo. Pues no.

No se trata de cómo luce una prenda, ni cuánto dinero ahorras al comprarla. Si tienes elección, sé responsable en tu consumo, tanto con tu alimentación, como con tu cuerpo y tus pensamientos. La Comunidad se extiende por todo el mundo. Sé agradecido por lo que tienes y haz lo que puedas por ser responsable.

Namasté

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